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Príncipe o Sapo

Tendría 7 años, coincidiendo con la etapa en que solemos ver películas de hadas y leer libros de princesas, cuando yo ya estaba totalmente decidida a casarme con un príncipe azul. Podía pasarme las noches enteras despierta imaginando hasta el último detalle del gran día. Nuestras vestimentas, el carruaje, las damas de honor, los pajes. El gran salón iluminado y la orquesta tocando al fondo. El mejor de los banquetes. Los invitados elegantemente vestidos, el baile de gala, todo lo iba planificando noche tras noche. Una Susanita cualquiera...

Por supuesto también soñaba despierta con el castillo, la servidumbre, los amplios jardines, los caballos blancos de mi carruaje personal, los rosales y arreglos florales, las fuentes y tengo la impresión que siempre se escuchaba de fondo una maravillosa música clásica. También imaginaba a mis hijitos de sangre azul. Era tan ingenua que estoy segura que también suponía que paseaban los angelitos en forma de cupído por el castillo en cada encuentro con mi principe encantado. Seguro también imaginé que comeríamos perdices y seríamos felices……para siempre.

Luego fui creciendo y a pesar de que que ya no creía en cuentos de hadas, no me imaginé algo muy diferente. Continuaba soñando. Adapté todo el cuento de la princesa a los tiempos modernos. El príncipe ahora era un “yuppie”, buenmozo, de raza y abolengo, educado en las mejores universidades del mundo, atlético; un matrimonio por todo lo alto, sin hora loca porque en aquel tiempo no estaba de moda, pero con las damas y caballeros de honor elegantemente vestidos y un festín de primera. Todo lo fui llevando a cada epoca que iba soñando, el diseñador de mi vestido, el lugar dónde iba a ser la fiesta, la agencia de festejos, los anillos, los arreglos florales y todo aquello que fuera necesario para ser la boda al mejor estilo europeo. De revista “Hola”, pues.

Nuestra casa iba estar en la mejor urbanización de la ciudad, diseñada por el mejor arquitecto venezolano, impecablemente decorada, con amplísimos jardines tocados por la mano de un buen paisajista, con los perros iguales a los que hace la firma “Lladró”, una gran servidumbre, un chofer que me llevara a mis clases de tennis, al gimnasio, a la peluquería y llevara a los niños a las múltiples actividades extracurriculares que iban a tener. Todo estaba perfectamente planificado…..

Y ahora que lo pienso bien, no sólo es que perdí tantas horas de sueño!!!! Es que debería estar disociada y hasta psicótica al enfrentarme a la triste realidad.

No sólo no hubo príncipe, ni se graduó en Harvard, ni era de abolengo, ni hubo fiesta, ni diseñador, ni casa con amplísimos jardines. Es que no hubo una sola cosa de todas las que soñé.

Me casé siendo muy jóven y creyendo estar enamorada. Mi “ex” en aquel entonces se parecía a Julio Iglesias, y ya para mi esa fue razón suficiente para creer que parecía el príncipe…..que equivocada estaba.

Mi familia estaba en total desacuerdo con la relación, eso lo hacía particularmente emocionante en aquel momento. Cuando tienes 18 años se convierte en un acto de total desafío casarte en contra de la voluntad de tus padres, y así fue, sin vestido, sin diseñador, sin fiesta y sin nada me adentré en la peor de las aventuras.

No tardé mucho tiempo en reconocer para mis adentros que me había equivocado pero cómo retrocedía? Cómo reconocía semejante error? Noooooo, seguí. No tenía el valor para enfrentarme con la familia. Tuve mi primer bebé y mientras crecía yo me iba encerrando cada día más en mi misma porque no sabía cómo salir de la situación en la que yo sola me había metido sin ayuda de nadie. Me resultaba evidente que sin ayuda de nadie también tenía que salir de la misma.

Pasé largas horas de insomnio. Una carrera la terminé antes de nacer mi primer bebé. De manera racional un día me dije, "la carrera que seleccionaste no te va a servir para mantenerte a ti y a tu bebé" por lo que no tardé mucho en buscar otra carrera más lucrativa. La estudié y para cuando ya estaba a punto de terminarla el príncipe ni si quiera se había convertido en sapo, se había convertido en mounstruo de dos cabezas. Ya no era el mismo, su personalidad se había desdoblado, yo no entendía qué sucedía. Vivía en un infierno y continuaba sin saber qué hacer. La relación se tornó un estira y un encoge, y en alguno de esos estira volví a quedar embarazada.

De ahí en más la pesadilla fue creciendo hasta que un día me presenté en casa de mi madre con mis dos bebés y le dije que tenía que quedarme en su casa y que por el momento no ofrecería ningún tipo de declaración...al mejor de los estilos de las princesas de "Hola".

No quería demostrar que me había dado cuenta de mi inmensa equivocación. Por suerte apareció un angel de los de mis cuentos de hadas y mi vida cambió, comencé a trabajar, a ganar dinero, pude independizarme de mi madre, me mudé a mi pequeño refugio como solía llamarlo para aquellos tiempos y las cosas comenzaron a mejorar día con día.

Se me presentaron muchas oportunidades profesionales y también sentimentales y adivinen qué? Esta vez me casé con un sapo y SÍ con un sapo!!! y sigue siendo sapo. Y no me arrepiento para nada.

Aqui es donde radica todo el problema de las relaciones de pareja. Siempre nos hacemos expectativas que van más allá de lo alcanzable, lo queremos todo, lo planeámos todo, lo esperamos todo y por cierto, cuando somos tan jóvenes responsabilizamos al otro DE TODO.

La verdad hoy sigo pensando que la primera vez me casé con el mounstruo de las dos cabezas, pero creo que es mucho mejor imaginarse la vida con un sapo. Un sapo tiene defectos igual que nosotras, un sapo es mucho más noble que el mounstruo, el sapo tiene un grado de instrucción y sabe sacarle provecho a las circunstancias, el sapo te acompaña y está ahi para darte abrigo. El sapo es común, tal vez un poco elemental pero de buen corazón……Por eso a la hora de elegir, es preferable casarse con un sapo. No habrá sorpresas.

Y saben qué? Tengo mi casa espectacular, mis jardines, mis perros de Lladró, y esta vez me casé con un vestido de diseñador…………

Pero nada de eso es lo más importante, ahora tengo una vida normal, una familia y un compañero que se alegra y sufre conmigo, que es fiel, solidario y que se esfuerza día a día en hacerme feliz.

Entonces….Píncipe o Sapo? Ustedes deciden.

Tita,

1 comentarios:

Ale,  23 de febrero de 2011, 13:04  

pues...después de vivir alguna experiencias fatales unas peores las otras, leer sobre Camacho y conocer al esposo de mi amiga Deisy...también me enamoré de un sapo.

Y que nota saber que es así y punto, sin expectativa pero con buen corazón y visión conjunta ;-) creo q en el fondo también soy una linda sapita...
:-D ailoviu Tita!

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